martes, 10 de septiembre de 2013

Arena mágica



Había una vez una chica. Tenía una enfermedad en la piel que los médicos nunca habían podido tratar. Vivía infeliz por el echo de no poder salir al calle sin que la mirasen, sin que la señalasen con el dedo, sin que la mirasen con pena..., sin que se riesen de ella.

La única vida social que experimentaba, a parte de la familiar, era el uso que le daba a internet. Acostumbraba a entrar en chats, jugaba juegos online, se podría decir que llevaba una vida virtual.

Uno de esos días tristes, en los que estaba mas decaída, buscó por internet remedios para su problema, pero como muchas otras veces no encontró una cura. Entonces, decidió buscar un remdio menos convencional, una cura ficticia por llamarlo de alguna manera. Era consciente de que la magia no existía, pero las fantasías la ayudaban a sentirse mejor.

Tras horas sin tener éxito en su búsqueda, encontró un post en un foro, "Las arenas mágicas de Uruh". Leyó en el post la leyenda de esas arenas y encontró lo que andaba buscando. Se trataba de una cueva inaccesible en una gran montaña. Esta montaña estaba cubierta de arena, y en la cima tenía un gran manantial rebosante de agua que al filtrarse por la montaña hasta la cueva hacía que se acumulara en la cueva arena mezclada con barro. Y esa mezcla, cuenta la leyenda, que se volvió curativa por la magia de la montaña.

La chica no se quedó satisfecha con solo tener la información, quería saber donde estaba esa montaña, quería ir allí y untarse aquella mágica mezcla.

Su búsqueda dio resultado. Encontró a un arqueólogo que en su página web hablaba de la leyenda de la arena mágica de Uruh, y anunciaba su próxima expedición. La chica emocionada contactó con el arqueólogo y le contó su historia, el por qué quería acompañarle en su aventura, y el arqueólogo, emocionado por la historia de la chica, aceptó llevarla con él.

Un mes mas tarde estaba todo preparado. El arqueólogo, un guía y la chica comenzaron su aventura hacia la montaña. No les resultó difícil llegar allí, lo complicado fue encontrar la cueva. Pasaron 2 días explorando la montaña hasta que al fin la encontraron.

Entraron a la cueva por un hueco en la montaña adornado por dos columnas, una de las cuales estaba cubierta de un líquido viscoso y negro.

Al entrar encendieron varias lámparas de aceite, una cada uno, y así pudieron ver el estrecho túnel. Caminaron durante horas y el túnel cada vez se hacía mas estrecho, hasta que llegaron a una extraña y corta escalera pegada a la pared. Esta escalera llegaba a una pequeña sala iluminada por dos extrañas luces. Al fondo de la sala se podía ver un hueco en la pared de gran tamaño, y bastante alto, y una bañera de barro en el centro de la sala. La chica bajó las escaleras y se dirigió a la bañera y observó como caían del techo de la sala gotas espesas de una extraña sustancia. La sustancia era negra, parecía tierra mezclada con agua, arena y aceite de motor, sin pensarlo empezó a untársela por todo su cuerpo.

El arqueólogo se dirigió al hueco en la pared. Al pasar, vio un largo pasillo cubierto de la misma sustancia negra y viscosa que vieron en la columna, en la entrada de la cueva. Al acercarse la sustancia se levantó del suelo, transformándose en un gran dragón negro.

El arqueólogo salió corriendo hacia fuera, donde estaba la chica, gritando a los demás que corriesen. Para su sorpresa, el guía ya había desaparecido, como si supiera qué había en la cueva.

Antes de que el arqueólogo llegase a la escalera, el dragón abrió la boca y expulsó una cantidad enorme de ese líquido viscoso y negro, envolviéndolos a los dos, dejándolos inconscientes.

Cuando despertaron se encontraban en una cama, cada uno a un lado encima de la almohada, y el dragón, ahora convertido en una masa deforme y negra, se encontraba dormido entre los dos.

Frente a ellos se encontraba un espejo en que pudieron ver su nuevo aspecto. El arqueólogo se había convertido en un muñeco pequeño y gordo, vestido con un traje de rayas verticales negras y blancas. Sus ojos eran dos pequeños puntos negros que limitaban con el sombrero de rayas horizontales blancas y negras.

La chica se había convertido en una muñeca delgada y pequeña, vestida con un vestido de rayas verticales blancas y negras, y su pelo era largo y negro con mechas blancas.


La chica sonrío al ver su aspecto, y así terminó su historia, haciendo realidad su sueño de una forma bastante particular.




lunes, 21 de enero de 2013

Soledad

No era perfecto, pero era lo único que encontré a un precio razonable. Era un segundo piso de un edificio de 4 plantas. Al entrar por primera vez, recuerdo que me impactó el resplandor que formaba la luz en el interior del piso recién pintado de blanco, además, todo estaba impecable. Era un piso pequeño pero suficiente para una persona.

Está bien, iré al grano. Todo iba bien, mejor de lo que pensaba que iría. Mi familia, mis amigos, todos me aconsejaban que no fuese a vivir solo, pero no pude seguir sus consejos, no tuve esa oportunidad.

Tuve que mudarme por razones de trabajo, una empresa me ofreció el puesto de trabajo que necesitaba para ganar experiencia en el ámbito de trabajo que deseaba.

Un día, llegué cansado del trabajo así que cené, me di una ducha y me acosté. Me dormí muy rápido pues no recuerdo nada desde que me tumbé hasta que de pronto me desperté al escuchar ruidos en el salón.
Los ruidos no hubieran sido extraños si no fuese de noche, y más aun, si no viviese solo. Los ruidos parecían ser como si arrastrasen muebles. Pero, ¿quién estaba en mi piso arrastrando muebles? me pregunté.
Me levanté haciendo el menor ruido posible pensando que eran ladrones. Cogí el móvil y marque el número de la policía y puse el dedo encima del botón para llamar. Abrí la puerta de la habitación lentamente sin hacer ningún ruido y me asomé poco a poco. Pude ver el salón y no había nada, o eso parecía desde ese ángulo de visión.
Salí de la habitación y entré en el salón y allí no había nada ni nadie. Extrañado me volví a mi habitación y me dormí pensando que había sido un sueño, o tal vez algún vecino.

Pasaron varios días sin ningún suceso extraño, aunque debo deciros que oía una voz quejándose, lamentándose, como si le doliese. Al principio sonaba como un bostezo pero se iba convirtiendo en el lamento de alguien que está sufriendo. La voz parecía de un anciano. Sin embargo, por aquel entonces pensaba que sería algún vecino.

Una de esos días que volvía tarde de trabajar y me acostaba pasó algo. Estaba acostado y cuando comenzaba a conciliar el sueño notaba una brisa helada en mi cara. Me resultaba muy extraño pues la ventana estaba cerrada, además de la persiana, y la puerta de la habitación también lo estaba. De pronto paró la brisa así que me fui quedando dormido. Entonces me sobresalté al oír una voz grave que decía "¡FUERA!". Encendí la lámpara de la mesita de noche para ver quién o qué era, pero no vi nada, no había nada. Esta vez supuse que sería por el cansancio. Intenté dormirme de nuevo, esta vez lo conseguí, aunque tuve que taparme hasta la cabeza con mi manta pues la intermitente brisa helada no me quería dejar dormir.

Al ir a vivir a este piso tuve que comprar muchos utensilios de cocina entre los cuales estaban incluidos un paquete de 10 cucharas de postre. Os preguntaréis por qué os cuento esto. Pues veréis, un día me di cuenta de que las cucharas desaparecían. Siempre después de comer llevaba todo a la cocina y lo fregaba, o lo dejaba en el fregadero para hacerlo más tarde. Tampoco entraba nadie en la casa excepto yo así que no tenían por qué desaparecer.


Lo último que recuerdo de ese piso es que estaba durmiendo y una voz me despertó. "Despiertaa...," decía la voz en un susurro una y otra vez. Encendí la lámpara lo más rápido que pude pero otra vez no había nada.  Una ráfaga de aire helado paso por mi rostro y se dirigió hacia la puerta, por encima de la mesita de noche, levantando las páginas de mi libro que estaba en la misma. La puerta vibró y me quedé inmóvil.
De repente, la manilla de la puerta comenzó a abrirse y entonces cogí el móvil y llamé a la policía. Mi acongoje empeoró cuando por el teléfono una risa maquiavélica.
Entonces entré en un estado de locura y fui directo hacia la puerta que ahora estaba encajada, tiré de ella golpeando esta contra la pared, pero al mirar, no vi nada.
Fui al salón y allí vi una silla en el aire. De pronto, una figura apareció ante mis ojos. Una figura que levantaba una silla. No podía distinguir su rostro, estaba como difuminado. Le arrojé el móvil que aun no había soltado y le dije a voz en grito:

- ¡¿Quién coño eres?!
- Es mío. ¡Es mío! - dijo agresiva la figura, la aparición.

Me arrojó la silla pero la agarré en el aire y le golpeé con ella. No noté resistencia de la silla al golpearle y la figura se deshizo formando una nube amorfa. La nube se vino hacia mi. Intenté apartarla con las manos pero me resultó imposible. Entonces noté esa brisa helada inundando mi cuerpo.
Y entonces, me vi tirado en medio de la calle, bajo un gran charco de sangre. Fue muy extraño estar de pie frente a mi cuerpo estrellado, con una cadena dorada que salía de mi pecho.

¿Que paso conmigo?
Algo tiró del otro extremo de la cadena y me arrastró hacia una habitación que me deslumbraba, pues era toda blanca, y aun sin tener ventanas, ni puertas, estaba iluminada como un salón con un gran ventanal en un caluroso día de verano.