martes, 11 de diciembre de 2012

Invasión


La vio pasar y no pudo resistirse. Corrió cuanto pudo, y embistiendo a los guardas hizo caer la urna que tanto ansiaba. Al caer al suelo, estalló en mil pedazos y de ella comenzaron a salir látigos de fuego que envolvieron al codicioso agresor, y entonces desapareció.
Tras tres años de investigación, lo único que consiguieron averiguar fue la identidad de aquel agresor, pero nunca supieron que fue de él. El desaparecido vivía en la calle Sánchez Mejías, se llamaba Ricardo Barela Torné y no tenía familia.
Se interrogó a los vecinos del Ricardo y lo único que descubrieron los policías fue que trabajaba como peón de albañil, y que fumaba sustancias psicotrópicas.
Aburridos de no descubrir nada, dieron a Ricardo por muerto y cerraron la investigación.
A los cinco años y medio de la desaparición de Ricardo, un meteorito del tamaño de un camión cayó en la Tierra, más concretamente en Madrid, España.
El meteorito fue recogido por agentes especializados y comenzaron a estudiarlo en una base militar bien protegida. El meteorito era completamente metálico y tan solo respondía a la electricidad. Eso hizo pensar a los investigadores que podía tener vida. Lo conectaron a una batería de un camión y el meteorito absorbió toda la energía de la misma. Al cabo de segundos, el meteorito comenzó a transformarse en un androide de cuatro metros de altura y dos metros de anchura. Antes de que pudiesen reaccionar para combatir al androide, éste les arrebató la vida y abandonó el lugar.
Días más tarde el androide comenzó a arrasar ciudad por ciudad. Pero no todo estaba perdido, Ricardo apareció de la nada, tal como se había ido. Había algo extraño en él, se le veía, poderoso. Poseía un aura de fuego, su musculatura había aumentado y de su espalda salían látigos de fuego.
Ricardo se puso frente al androide y se observaron durante unos segundos. Entonces comenzaron a atacarse. Sus puños chocaban creando ondas expansivas. Los látigos bloqueaban ataques del androide y lo quemaban, Ricardo no cesaba en su ataque y el androide perdía terreno.
Ricardo comenzó a girar sobre si mismo y fue acercándose rápidamente hacia el androide, parecía un torbellino. El androide intentó frenar el ataque de Ricardo pero acabó partido en mil pedazos.
Los espectadores vitorearon a Ricardo pero éste no estaba para nada contento, algo le preocupaba.
Entonces miles de meteoritos comenzaron a caer a la Tierra, por todas partes, y un haz de luz que provenía de la Luna los activó a todos.
La Tierra fue invadida, Ricardo no pudo hacer nada, sus poderes no sirvieron de nada contra aquel ejército de androides.
La raza humana fue esclavizada, sin embargo, al igual que Ricardo desapareció una vez, más humanos fueron desapareciendo. Algunos pensaban que algún día aparecería un ejército de súper hombres que vencieran a los androides.
La esperanza es lo último que se pierde.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Desbocada. Capítulo 3


Con lágrimas de rabia deslizándose por sus mejillas, Valeria corría por el bosque, sin rumbo. Al cabo de un rato, tuvo que parar, pues no podía con su alma. Agotada, se dejo caer sobre las hojas caídas de los árboles.
Tras unos minutos de descanso, decidió volver a casa, pero antes de mover un solo dedo...

- ¡Vaya! si que eres rápida - dijo Adrián Mejías mientras se acercaba a Valeria.

- Déjame en paz. No quiero hablar contigo, no quiero nada contigo - le dijo Valeria con lágrimas en los ojos.

- De verdad que no te entiendo. Nos besamos, y me respondiste el beso, no se por qué...

- ¡Tú me besaste! ¿Por qué has tenido que hacerlo? ¿Por qué has tenido que venir a este pueblo? - exclamó Valeria llena de rabia, otra vez.

- ¿Tanto te cuesta admitir que sientes algo por mi? - preguntó Adrián con una voz que se apagaba con cada palabra.

- No siento nada, absolutamente nada por ti excepto odio - dijo rotundamente Valeria.

Adrián dio media vuelta y se marchó.

Valeria volvió a casa y fue directa a la cocina. Comió hasta saciarse y luego se dio un baño que duró varias horas. Tras el relajante baño se acostó en su cama y durmió casi un día completo.

Cuando despertó estaba repleta de energía así que fue a pasear por el pueblo. Fue un paseo bastante normal y aburrido, así que decidió volver a casa. Pero la vuelta no fue tan aburrida como ella esperaba, pues se topó con Adrián. Éste la ignoró por completo, como si no estuviese allí. Valeria se le quedó mirando fijamente, asombrada por el comportamiento de Adrián.

- ¿Es que no vas a decirme nada? - dijo Valeria, disgustada.

- Señorita, tengo cosas que hacer, por lo que no tengo tiempo para sus cambios de humor, sus impertinencias y sus arrebatos de niña pequeña - le contestó Adrián frío como el acero.

- Pero...  - comenzó a decir Valeria, pero cayó al ver que Adrián se alejaba, ignorándola.


Valeria volvió a casa, desconcertada por lo que había sucedido. Hasta ahora nunca nadie la había ignorado de esa manera. Nunca la habían ignorado, siempre se salía con la suya y eso es lo que le fastidiaba de Ádrián, que sus numeritos no le llamaban la atención.

Pasó días encerrada en casa pensando en que hacer. No se le ocurría la manera de volver a verle sin parecer que quería verle. Su orgullo se lo impedía. Se preguntaba continuamente por qué le habría dicho tan duras palabras.

Pasaron semanas, en las que Valeria dedicó su tiempo a leer novelas románticas. Lloraba muy a menudo sin saber por qué.

Un día, mientras Valeria picaba algo en la cocina, oyó que llamaban a la puerta y se asomó a ver quien era. El ama de llaves abrió la puerta y saludó al visitante.

- Buenos días señor Mejías, pase, pase. Le está esperando en su despacho. Por aquí, acompáñeme.


Valeria se quedó congelada. No se lo podía creer, estaba allí, en su casa.

Sigilosa fue y se puso a escuchar tras la puerta del despacho de su padre. Pero no escuchó nada que le interesase. Cuando decidió escuchar tras la puerta, pensaba oír a Adrián pedirle su mano, a su padre. Había leído tantas novelas... .

Entonces la puerta se abrió y Valeria se retiró corriendo.

- Valeria, no deberías escuchar tras la puerta, si quieres saber de que hablamos solo tienes que preguntar - dijo Jorge Robleda, el padre de Valeria.

- Lo siento papá. No volveré a hacerlo - se disculpó Valeria, lo cual asombró a todos los presentes. ¡Valeria disculpándose!

- Bueno Jorge, ven mañana a recogerlos a la hora que quieras. Estaré por allí todo el día - se despidió Adrián.

- Hasta mañana entonces, cuídate muchacho - se despidió Jorge Robleda.


Y así se marchó Adrián, dejando a Valeria con cara de boba, mirándole fijamente como se marchaba.

- Si te gusta, deberías lanzarte. Es un buen muchacho, además tiene buena mano con los negocios que lleva.

- ¿Qué? ¿Por qué piensas que me gusta? - preguntó Valeria a su padre.

- Bueno, desde que lo conociste se te ve, no te interesas tanto por una persona. Además, en este pueblo no hay secretos. Todo el pueblo sabe que, cada vez que os encontráis, discutiis y eso no es más que porque os gustáis. Es algo normal. ¿Quieres ir a recoger los caballos que le he comprado?

- ¿Qué? Yo..., vale. - Contestó Valeria, colorada como un tomate.


Pasó el resto del día muy nerviosa, dando vueltas de aquí para allá por toda la casa. Tampoco pudo dormir en toda la noche.

Cuando amaneció, bajó a la cocina y sació su apetito. Luego subió se dio un baño y se puso su mejor vestido. Estaba preciosa.
Con una sonrisa nerviosa en la cara, salió de la casa y caminó hacia las tierras de Adrián. Cuando llegó, no vio a nadie allí, así que se acercó a la puerta y llamó. Nadie le abría así que rodeó la casa para ir al establo. Cuando fue a asomarse a la puerta del establo, Ádrián salió montado a caballo velozmente, pisando un charco. Valeria se quedó con la boca abierta al verse cubierta de barro, su vestido, su piel, su pelo....

Adrián desmontó del caballo pero no pudo moverse. Se quedó mirándola inmóvil, pues creía que le mataría en el acto.

- La última vez que me puse este vestido, me lo manchaste de comida. Ahora de barro. No te gusta, ¿verdad? - dijo Valeria, sonriendo.

- Lo siento, no sabía que estabas ahí. ¿No vas a matarme?

- No - respondió Valeria.

- ¿Gritarme?

- No.

- Y eso, ¿por qué?

- No se. Puede que sea porque he estado leyendo... .

- ¿Leyendo qué?

- Novelas de amor - dijo Valeria avergonzada.

- Jajaja - rió Adrián.

- No te rías, ha sido tu culpa. Si no te hubiese conocido..., si no... . ¡Me ignoraste!

- Y, ¿no era eso lo que querías? - preguntó extrañado Adrián.

- Yo no sabía lo que quería.

- Me odias, o eso me dijiste claramente.

- Te odio, sí. Te odio porque me gustas, te odio porque pienso en ti, te odio porque...

Y sin más palabras, sus cuerpos se juntaron como si sus labios imantados se atrajesen como polos opuestos.

Estuvieron minutos besando y acariciando sus cuerpos. Entonces Adrián, llevado por la pasión del momento, agarro suavamente los pechos de Valeria mientras le besaba el cuello.
Pasaron así unos segundos pero, de repente, la mano de Valeria se estampó en la cara de Adrián, luego lo empujó y se fue corriendo de nuevo dejando a su amado solo, sin saber que habíá hecho ahora.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Un extraño viaje


Ese día sentía algo raro en mi cuerpo, como un hormigueo continuo, como si estuviese nervioso por algo. No estaba nervioso simplemente volvía a Algeciras a pasar el fin de semana con mi familia, cosa que hacía muy a menudo.
El viaje no fue nada especial, iba solo con Logan, sí, llamo Logan a mi coche, y cantábamos, lo de siempre.
A medida que íbamos acercándonos a Algeciras comenzó a aparecer una espesa niebla que no me permitía ver a más de 10 metros, así que aminoré la velocidad a la que conducía.

Cuando estábamos a punto de llegar a casa, pensé que podría ir al paseo de la playa a tomar unas cuantas fotos que quedarían chulas y algo me invadió por dentro y cuando me di cuenta ya estábamos allí. Aparqué a Logan y me bajé con mi cámara de fotos. De repente aparecí dentro del agua sin saber cómo había llegado hasta ahí.
Me salí del agua como pude, pues había mucho oleaje, el mar estaba muy agresivo. Cuando conseguí salir miré hacia el paseo y vi a un hombre haciendo fotos. Al cabo de unos segundos, la imagen del hombre se deshizo como una cortina de humo arrastrada por el viento.

Comencé a andar hacia Logan pero al segundo paso unas voces me reclamaban.

- Ayúdame, ayúdame.

Me giré hacia la izquierda y donde antes no había nada, ni nadie, ahora habían dos niñas pequeñas. Tendrían 9 y 7 años como mucho las niñas. Estaban junto a una caña de pescar y la mayor estaba agarrándola y recogiendo el sedal rápido. No parecía que me hubiesen visto.

- ¿Quién entonces reclamaba mi ayuda? - me pregunté asustado. Todo estaba siendo muy extraño.

Me acerqué a las niñas. Entonces fue cuando me miraron y como un teatro ensayado señalaron hacia el mar mientras decían al unísono:

- Mi mamá, mi mamá... - decían las niñas mientras el viento se llevaba sus voces.

Miré donde señalaban y pude ver un brazo.

- No puedo ayudaros, lo siento, si entro ahí el mar me llevará a mi también. Venid, buscaremos ayuda. - dije con voz apenada. La pena me comía por dentro, no sabía que hacer, quería salvar a esa mujer pero estaba seguro de que nada podía hacer.
De pronto, ante mis ojos las dos niñas desaparecieron, el viento las deshizo... .

Me invadía una sensación de terror, desconcierto, pesadumbre... .

Me dirigí hacia Logan entre la espesa niebla, pero cuando llegué al paseo de la playa la luz se apagó. Estaba tan oscuro todo que no podía ver. Sabía con certeza que había farolas en todo el paseo y también sabía con total veracidad que esas farolas las habían roto a pedradas. Sin embargo, no se por qué sabía eso. Era todo tan extraño... .
Asustado cogí mi móvil y marqué el número de mi madre. El móvil no hacía la llamada y tampoco me servía para alumbrar la oscuridad pues la pantalla no se encendía por mucho que pulsase botones.

Con el móvil pegado a la oreja comencé a andar y notaba como si hubiese personas que chocasen conmigo al caminar. Estaba a punto de echarme a llorar.

- ¡Mi linterna solar que llevo en el llavero! - pensé de repente y me dio un poco de esperanza. Pero no sirvió para nada pues no podía darle a la manivela de la linterna para que alumbrase si tenía la mano ocupada con el móvil. Con las llaves, donde estaba la linterna, en una mano y el móvil en la otra seguí caminando en la completa oscuridad hasta que de pronto una brisa me traspasó y sentí como mi cuerpo se deshacía y entonces, desaparecí.



jueves, 1 de noviembre de 2012

Desbocada. Capítulo 2


Habían pasado dos semanas desde que Valeria intentó dejar escapar los caballos que Adrián tenía en su establo. Durante esas dos semanas, Valeria estuvo enferma debido al camino de vuelta a casa que tuvo que hacer bajo la lluvia aquella misma noche.
Durante el tiempo que estuvo enferma no pudo parar de pensar en Adrián, y eso la fastidiaba. El hecho de pensar en él, aunque solo fuera por elaborar un malévolo plan para fastidiarle, la hacía sentirse furiosa consigo misma. ¿Por qué no podía sacarlo de sus pensamientos?, ¿por qué soñaba con ese hombre? se preguntaba una y otra vez.


Pasaron aquellas dos semanas y lo único que consiguió fue afianzar más aun ese sentimiento de odio y recuperarse por completo.

- Señorita Valeria, un apuesto joven ha venido a visitarla. ¿Qué desea que le diga? - comunicó Amanda, el ama de llaves de la familia Robleda.

Nada más oír la noticia, Valeria pensó en Adrián.

- ¿Un apuesto joven? ¿y se puede saber quién es ese apuesto joven? - preguntó intentando disimular lo que pensaba.

- Se trata de Adríán Mejías, el joven que compró los solares del sur del pueblo. Me preguntó por usted, se le veía preocupado.

Valeria corrió hacia la entrada de la casa, airada. Cuando llegó se paró en seco al ver a Adrián. Aquella vez al verlo el corazón le dio un vuelco. !Que guapo está hoy¡ pensó de repente.

- Vaya, creía que tendrías peor cara. Me dijeron que estabas muy enferma, pero veo que tu belleza no la eclipsa enfermedad alguna. Te iba a traer flores, pero no quería que creyeses que intento cortejarte - dijo Adrián Mejías con el tono burlón que tanto odiaba Valeria.

- Sabes que no te soporto, no se que haces aquí - le dijo Valeria con tono severo sin saber de dónde había sacado las palabras para decir semejante mentira. Tenía demasiado orgullo para reconocer que estaba deseando verle, aunque también deseaba darle un puñetazo en la cara y una patada en el culo.

- No seas mentirosa, si no me soportases no irías a intentar fastidiarme en plena noche durante una gran tormenta. ¿Me vas a invitar a pasar?

- !NO¡ Vete, déjame en paz - y le cerró la puerta en las narices.

Valeria se fue corriendo a su habitación y empezó a maldecir. Al medio día se calmó aunque aun estaba enfurecida. Hambrienta, bajó a la cocina y comió todo lo que se le antojó y se dirigió hacia la casa de Adrián.

Cuando llegó le encontró en los establos, cuidando a los caballos y hablando con ellos.

- Esa chica está loca amigo. No se si me gusta, me hace reír eso sí..., esos arrebatos de ira que le dan me hacen demasiada gracia. Además, se pone muy guapa cuando se enfada. Pero no es para mí, le faltan modales, se comporta como una niña de 3 años mimada, pero a pesar de eso me gusta.

Valeria se fue andando por el bosque tras escuchar eso. La desconcertó completamente. Paseó por el bosque tranquilamente, pensando en aquellas palabras. Luego volvió a casa, se dio un baño y se durmió.

Varios días más tarde Valeria fue con su familia a cenar al mismo restaurante que iban siempre y allí también se encontraba Adrián, aunque Valeria aun no se había dado cuenta. Este se sorprendió mucho al ver que no formaba ningún numerito. Ella había cambiado pensó Adrián.

Pasaron los días y en el pueblo se hablaba del repentino cambio que había dado la chica Robleda. Adrián se  enteraba de los chismes que contaban en el pueblo y cada vez le gustaban más. La niña malcriada había aprendido modales.

Un día, Valeria fue a visitar a Adrián. Éste se sorprendió mucho al verla, pensaba que se había olvidado de él, pero no era así y eso le hizo feliz.

- Como ves, pedazo de imbécil, la niña malcriada sabe comportarse, el caso es que no quería hacerlo hasta ahora - le dijo Valeria.

- ¿Has cambiado por mí?, vas a hacer que me sonroje - se burló Adrián.

- Me voy, no te soporto, no se por qué he venido, no se por...

Y las palabras de Valeria se cortaron cuando, sin esperárselo, Adrián la agarró por la cintura y la besó apasionadamente. Se estuvieron besando unos minutos hasta que Valeria reaccionó, le dio una bofetada y se marchó corriendo de allí.





lunes, 22 de octubre de 2012

Desbocada. Capítulo 1


- ¡Señorita Valeria, no puede usted hacer eso! - exclamó el jefe de cocina.

- Claro que puedo, soy la heredera de los Robleda, puedo hacer lo que se me antoje - dijo la señorita Valeria con voz serena.



La señorita Valeria pertenecía a la familia Robleda, la familia más rica del pueblo. Esta familia era conocida por todo el pueblo, incluso por todos los habitantes de los pueblos vecinos, por su comportamiento en público. Al ser tan adinerados creían poder hacer lo que les viniera en gana, faltaban al respeto, destrozaban locales, espantaban a la gente de los restaurantes y más barbaridades que se les antojase. La peor era Valeria, la más malcriada... .



Valeria era una hermosa joven, estatura media, pelo castaño y liso y un carácter bastante difícil. Se levantaba todos los días muy temprano, desayunaba y se iba a caminar por el campo. Cuando le entraba hambre paseaba por el pueblo e iba cogiendo del mercado lo que le apeteciera comer. Por las noches salía a cenar con sus padres y ahí era cuando volvían loco al pueblo. La adinerada familia insultaba y tiraba los platos al suelo armando un espectáculo, lo pasaban muy mal los camareros.



Se preguntarán por qué el pueblo les aguantaba. Aunque no lo parezca por mi descripción, Jorge Robleda, el padre de Valeria, tenía un gran corazón. Siempre que alguna familia necesitaba Valeria económica en un momento de crisis, Jorge Robleda les hacía un préstamo para que salieran adelante. El mismo restaurante en el que cenaban todas las noches lo financió Jorge Robleda para que los hijos de los Martínez pudieran seguir sus estudios.



Una fría mañana, Jorge Robleda se enteró de que los solares del sur del pueblo estaban en venta y se apresuró a hablar con el propietario.

- Buenos días, Paco - saludó Jorge al propietario de los solares que quería adquirir.

- Buenos días Jorge, ¿qué te trae por aquí? - le preguntó Paco.

- Me he enterado que vendes tus terrenos. ¿Es que vas a dejarnos?

- Así es amigo, me han ofrecido una buena suma, y si te soy sincero, ya estoy harto de arar el campo, no estoy ya para estos trotes. Y, bueno, lamento decirte que ya está todo vendido.

- ¿Cómo?¿tan rápido? - preguntó atónito Jorge.

- Sí, un tal Antonio Mejías vino a verme. Me ofreció mucho dinero por mis terrenos y accedí. Con tal suma tendré suficiente para vivir lo que me quede y para dejar una buena herencia a mis hijos. También me ofrecieron un empleo en una fábrica, pero rehusé. Por lo que me dijo, su hijo pequeño vendrá a vivir aquí y contratará en el mismo pueblo trabajadores para que le ayuden.


Jorge Robleda, disgustado por la noticia, se despidió de su amigo Paco y se marchó a casa.

Días más tarde, Valeria paseaba por el campo como de costumbre. De pronto escuchó un caballo relinchar y fue sigilosa hasta la procedencia del relinchar. Escondida, observó al apuesto hombre que intentaba calmar a un caballo salvaje. Cuando consiguió que el caballo se calmase dijo:

- Si quieres te enseño, solo tienes que pedírmelo.

Valeria se quedó inmóvil, no sabía si se dirigía a ella o no. No creía posible que la hubiera visto.

- No vas a salir ¿eh? Bueno, sigue espiándome si quieres niñita cobarde.

- ¡Yo no soy ninguna cobarde estúpido engreído! - gritó enojada Valeria.

- Jajaja, al fin sales, ¿no te gusta que te llamen niñita? - se burló el apuesto joven.

- No soy una niñita, tengo 19 años, estoy en la flor de la vida y deja de mirarme con esa cara de idiota. Y más te vale que no vuelvas a llamarme cobarde porque, porque...

- Discúlpeme señorita, he sido un grosero. Mi nombre es Adrián Mejías, compre unas tierras cerca de aquí, y las usaré para criar caballos, vacas, cerdos, pollos y demás animales de granja.

- Ah, pues muy bien - dijo Valeria con grosería.

- ¿Y vos, damisela, como os llamáis? - preguntó con tono burlón Adrián.

- ¡Que no te burles de mí! - exclamó Valeria, y luego se fue corriendo.

Adrián Mejías rió durante un buen rato y luego siguió con su trabajo.


Pasaron unos días antes de que volvieran a encontrarse. Valeria, no podía dejar de pensar en Adrián y eso la desconcertaba. Nunca había sentido esa sensación y al parecer le fastidiaba bastante. Estaba mucho mas irritable de lo normal y eso hacía que fastidiase más al resto del mundo.


Una noche, cenando con sus padres en el restaurante de los Martínez, Valeria armó un escándalo porque la comida de su plato estaba demasiado caliente. Allí se encontraba Adrián Mejías, el cual se levantó y se dirigió a la joven Valeria.

- Señorita, ¿ le importaría dejar de armar tanto escándalo? me gusta comer en un ambiente de paz.

Valeria se quedó paralizada, no se esperaba que alguien le llamase la atención y mucho menos se esperaba al hombre que no salía de su pensamiento. Pero no duró mucho tiempo perpleja.

- ¡A mí tu no me das órdenes estúpido engreído! - le gritó Valeria tirándole por encima un vaso de vino.

Adrián se fue hacia su mesa, cogió el plato de fabada que había pedido y se lo volcó en la cabeza a Valeria. Ésta se puso roja de rabia, parecía que fuese a explotar. Jorge y Ana, los padres de Valeria, estaban riendo a carcajadas por el espectáculo, y los demás clientes del restaurante estaban o riendo o perplejos por lo que estaba sucediendo.

Valeria intentó darle una bofetada a Adrián pero éste le paro la mano, y luego la otra mano cuando intentó pegarle. La señorita Valeria gritó de frustración y Adrián no paraba de reír.

Entonces Adrián la sentó en la silla y la soltó.

- Señores, el espectáculo ha terminado - dijo Adrián dirigiéndose a los presentes. Luego, le ofreció un cheque a los propietarios del restaurante para que cubrieran los gastos por los desperfectos ocasionados.

Jorge Robleda se dirigió hacia Adrián y le pidió disculpas por el comportamiento de su hija y de ellos mismos. Le confesó que llevaban años intentando que alguien les plantase cara por sus actos. Quería saber hasta donde eran capaz de aguantarles. También le confesó que habían malcriado a su hija y que ya era muy tarde para enseñarla a comportarse en público. Luego hablaron de trabajo.



Valeria pasó días encerrada en casa, no quería salir, la habían humillado y quería vengarse. Al fin se le ocurrió como hacerlo. Una noche de lluvia, salió de casa y se dirigió a los terrenos de Adrián Mejías. Una vez allí localizó la puerta de las cuadras. Se acercó y con la sonrisa más malévola que pudo poner abrió las puertas para que los caballos se escapasen.

- ¿Qué malota eres no?, niñita cobarde - dijo Adrián alzando la voz para que Valeria se enterase, pues la lluvia era muy intensa.

Valeria se sobresaltó, no se esperaba que la pillara.

- ¿Cómo has podido darte cuenta? A estas horas deberías estar dormido. Te levantas muy temprano para trabajar, ¿es que no duermes? - le dijo Valeria, enfurecida.

- Es que se te puede oler a kilómetros, a pesar de estar tan mojada.

El tono de burla de Adrián volvía loca a Valeria, le daban ganas de ensañarse a patadas con él.

- Deberías cerrar esas puertas y largarte de aquí - le sugirió Adrián.

- ¿Me vas a dejar volver a mi casa sola con esta lluvia?

- ¿Quieres entrar en mi casa? Lo siento, pero no creo que esté a la altura de la elegancia de vos mi damisela en apuros.

- ¡Te odio! - y tras expresar tan fuerte sentimiento, Valeria se fue caminando bajo aquel horrible tiempo.





martes, 25 de septiembre de 2012

El fin de los días



Aquella noche, Coldo y Laura, no podían dormir por el mal tiempo. Había horribles tormentas, los truenos eran tan ruidosos que era imposible conciliar el sueño. Además, había pequeños terremotos.

Sucumbieron al sueño, pero pocas horas pudieron descansar. Al amanecer, terroríficos gritos les despertaron. Al asomarse a la ventana, vieron personas corriendo, intentando esconderse de enormes naves que no dejaban ver el cielo. Las naves empezaron a lanzar rayos que al tocar a las personas, las hacían desaparecer por completo.

Aterrados, Laura y Coldo se vistieron, cogieron los teléfonos móviles , las llaves del coche y algo de comida, que guardaron en una mochila para luego salir corriendo hacia el garaje.

Salieron con el coche del garaje tan rápido como pudieron, esquivaban personas, coches abandonados, árboles caídos, etc. Sentían la tormenta calando en sus cuerpos, estaban aterrados. Los temblores de tierra le dificultaban aun más la conducción, además de los nervios. Mientras Laura conducía, Coldo llamaba a la familia, para ver como se encontraban. Le calmó la idea de saber que sus familiares y los de Laura estaban bien, que no habían llegado las naves a sus casas. Dijeron que se dirigían a una instalación militar que estaba defendida, como habían oído en la radio hacía un momento. Se encontrarían todos allí, si conseguían llegar….

Consiguieron evitar todas las naves e incluso salieron del alcance de sus rayos. Estaban aliviados sabiendo que no morirían aun.

- Menos mal, estaba cagado de miedo – confesó Coldo a Laura.

- Y yo cariño, y yo. Menuda aventura, ¿no? Vacaciones gratis – dijo Laura con risa nerviosa.


Ambos comenzaron a reír pero no duraron mucho esas risas. Otro coche los embistió por la parte trasera derecha del vehículo. Esto hizo que el coche donde iban Coldo y Laura comenzase a dar vueltas, deslizándose por el suelo inundado, hasta que volcó.

Se salieron del coche como pudieron, por suerte no estaban heridos, el cinturón de seguridad hizo su trabajo, pero el coche estaba destrozado. El coche que les embistió estaba parado no muy lejos de ellos. Se acercaron y vieron que el conductor estaba muerto, se había chocado contra la luna delantera y un trozo de cristal le había atravesado la cabeza. La pareja, asqueada por la sangre, se dio la vuelta y descansaron cerca, pero donde no podían ver al muerto.

Laura y Coldo decidieron ir andando, ¿qué otra cosa podían hacer?

Caminaban a paso rápido, mirando siempre hacia atrás, aunque la intensa lluvia no les permitía ver demasiado. En una de las veces que Laura miró hacia atrás, consiguió ver, gracias a la luz del relámpago, las naves que se acercaban. Se miraron, y sin pensarlo comenzaron a correr cuanto podían, pero ¿qué podían hacer contra una flota como aquella? Ellos iban corriendo y las naves volaban. Se sentían impotentes, sabían cómo, cuándo y dónde iban a morir y no podían hacer nada para evitarlo. Aun así, no dejaron de correr.

De pronto se pararon, se miraron a los ojos y comenzaron a besarse apasionadamente.

- ¿Lo hacemos una última vez? – le dijo Laura a Coldo, picarona y asfixiada.

- Va a tener que ser uno rapidito, se acercan muy rápido – contestó Coldo, con tono guasón.


Entonces comenzaron a besarse, se desnudaron he hicieron el amor en medio de aquella carretera, con la lluvia cayendo sobre sus cuerpos desnudos. Cuando se volvieron a prestar atención a su alrededor, se encontraban en una cama. Las paredes de la habitación parecían de metal, y en la habitación solo estaban ellos, su ropa empapada, un extraño mando y aquella cama en la que estaban tumbados.


Extrañados, se vistieron y salieron por aquella puerta de metal. Vieron un largo pasillo repleto de puertas similares a la que acababan de abrir. Anduvieron por el pasillo hasta llegar a un gran salón en el que había muchas personas, además de unos extraños seres de baja estatura y enorme cabeza.


Uno de esos seres se les acercó y les dijo:

- Bienvenidos pareja, estábamos esperándoles. Mi nombre es Mandark, disculpen si les hemos asustado, pero si les hubiésemos advertido no nos habrían creído. Por eso les hemos hecho evacuar el planeta por la fuerza, pues este ha sufrido cambios que lo harán estallar en cuestión de horas. El resto de sus familiares se encuentran en sus habitaciones, descansando, espero que pronto puedan reunirse con ellos.

Ahora nos dirigimos al planeta “Omira 4”. Es un planeta similar al vuestro. Espero que tengan un buen viaje. En sus habitaciones encontrarán ropa seca si usan el mando que les hemos dejado. Se abrirán los compartimentos según el botón que pulsen, encontrarán todo lo que necesiten. Hasta más tarde.

Anonadados, Coldo y Laura se miraron y comenzaron a reír de alegría. Se abrazaron, y rieron. De pronto vieron a sus familiares y corrieron a abrazarlos.



El viaje duro varios días pero no les costó adaptarse a la nave, pues en ella tenían todo tipo de comodidades.


Cuando llegaron al planeta “Omira 4” vieron que lo habían adaptado para que se pareciera a sus hogares. Solo había una diferencia, todos eran iguales en aquel nuevo mundo. Se le asignó un trabajo a cada ser humano según sus habilidades y los sueldos eran similares, por lo que no había pobreza ni riqueza, todos eran iguales. Además, la contaminación no existía en este mundo, y los paisajes eran hermosos.



¿Cuánto tardarían los codiciosos humanos en corromper aquel hermoso mundo que les habían regalado?

jueves, 23 de agosto de 2012

Estrellas fugaces


Todo sucedió una bonita noche. Había lluvia de estrellas así que Marta y Roberto fueron juntos a la playa, a ver la lluvia. Pusieron una toalla en la arena y se tumbaron.
Al principio no veían nada así que estuvieron hablando durante 2 horas sin parar, pensando en el futuro, planeando sus vidas.
Más tarde Roberto vio una estrella fugaz en el momento en que pensaba todo lo que le haría si fuese millonario. Al cabo de un rato, Marta se fijó en un par de cañas de pescar que estaban a unos 50 metros de ellos. Nadie había cuidando de las cañas, y la playa estaba solitaria. Comenzó a refrescar, así que la pareja se abrazó para entrar en calor. Al mismo tiempo, una luz los deslumbró y algo cayó en la arena cerca de ellos.
Cuando la luz desapareció y pudieron ver con claridad, distinguieron a un hombre. Estaba desnudo, y no tenía buen aspecto. La pareja se levantó de la toalla, alarmados y le preguntaron al hombre si se encontraba bien. El hombre no contestó, estaba como ido....
De pronto, el hombre entró en sí, o eso les pareció a la pareja.

- Los tienen. Se los han quedado. No me los devolverán. Tengo que hacerlo. No me los devolverán.... - no paraba de repetir el hombre desnudo.

- ¿A quién se han llevado? y... ¿quiénes? ¿quiere que llame a la policía? - le preguntó Roberto.

- AAAAAAAAAAAAAAAA - gritó el hombre corriendo hacia Roberto.

Roberto apartó a Marta para que no le hiciese daño y cuando el hombre desnudo llegó hasta él, le dio una patada en el pecho que lo derribó. Entonces, Marta y Roberto salieron a correr, pero había alguien en medio. Una mujer, desnuda y completamente mojada, acababa de salir del agua. Al igual que el hombre, la mujer, con rostro sombrío, corrió hacia ellos con intención de hacerles daño. Roberto consiguió tirarla al suelo también y entonces huyeron.
Llegaron al coche y cuando fueron a entrar Roberto vio un boleto de lotería atrapado con la rueda de su coche. Lo cogió intentando no romperlo y luego se montó en el coche y se fueron de allí. Por el retrovisor pudo ver como tanto el hombre como la mujer corrían para cogerles, así que aceleró y se dirigieron a sus hogares.
Cuando llegaron a casa de Roberto, éste le contó a sus padres lo que había pasado. Al cabo de unas horas, oyeron golpes en la puerta de la casa. Asustados fueron corriendo a mirar por la mirilla de la puerta y se horrorizaron al ver que eran otra vez los dos locos que les perseguían.
Tan fuertes eran los golpes que daban en la puerta que no resistió mucho antes de caer. Pero para cuando cayó, Roberto y su padre estaban preparados con palos para dejarles inconscientes. Mientras tanto, Marta llamaba al a policía, la cual se puso en camino.
Nada más entrar los dos locos, Roberto y su padre le dieron palos hasta dejarlos tirados en el suelo. Luego, los ataron bien para que cuando despertaran no pudieran moverse.

Cuando llegó la policía les tomó declaración a la familia atacada y luego, cuando despertaron los agresores, les hizo un pequeño interrogatorio. La mujer no dejaba de llorar diciendo que nunca volverían a ver a sus hijos. El hombre, algo más sereno, les contó a la policía lo que les sucedió:

- Estábamos pescando en la playa, mi mujer, mis dos hijos y yo. De repente una luz nos deslumbró. Cuando pudimos ver de nuevo, estábamos en un lugar extraño. Unos seres se nos acercaron y nos quitaron a los niños. Para que nos dejasen seguir con nuestras vidas y recuperar a los niños nos dijeron que teníamos que acabar con dos personas, un chico y una chica. Querían que los matásemos porque iban a conseguir algo, algo que ansiaban y que ellos no podían permitir que consiguieran.
Luego nos inyectaron algo y nos mandaron otra vez a la playa. Entonces algo nos invadió, una especie de locura. Los vimos, vimos al chico y a la chica, y no pudimos detenernos, teníamos que matarlos..., pero ya no sirve de nada, nunca volveremos a verles... .

Y entonces el hombre comenzó a llorar.

Tanto el hombre como la mujer fueron internados en un hospital para enfermos mentales. Sobre el paradero de sus hijos nunca se supo nada, a pesar de las exhaustivas investigaciones del cuerpo de policía.

Marta y Roberto descubrieron que el boleto de lotería que se encontraron era el boleto ganador de aquella misma noche. Usaron parte del dinero para pagar a investigadores profesionales, para que encontrasen a los hijos de sus agresores. Nunca encontraron nada y ellos sabían que no encontrarían nada ya que vieron aquella luz, al igual que vieron aparecer al hombre y la mujer de la nada.
A pesar de la felicidad que les proporcionó el dinero, siempre tuvieron aquella sensación de que alguien les vigilaba. Y nunca pudieron dejar de preguntarse, "¿y si aun quieren matarnos?".

jueves, 16 de agosto de 2012

Desde y para siempre

- Hola Verónica. He salido a tirar la basura y te he visto sentada en el porche de tu casa. Como siempre me he quedado embobado mirándote, y no es que sea un pervertido, lo que pasa es que desde que te conocí, cuando teníamos 7 años, me has resultado interesante, enigmática y preciosa. Eso es lo que me atrajo de ti en aquellos años de niñez, pero es que mientras pasaban los años, nos convertimos en el mejor amigo el uno del otro, eramos inseparables.
Recuerdo aquellas tardes en el río intentando cazar ranas y tortugas, que bien nos lo pasábamos. O esos días de lluvia que venías a mi casa y veíamos películas. Echo de menos eso. ¿Tu no?

Todo terminó cuando nos fuimos a estudiar cada uno a una ciudad diferente. Eso me consumió. Estaba muy triste todo el tiempo, decidí una noche emborracharme pero no sirvió de nada, no me sentí más feliz, todo lo contrario...

Y ahora te pregunto, ¿quieres ser mi novia?


- En primer lugar tengo que decirte que ya era hora, llevo esperando este momento años, aunque yo también podría haber actuado.
Sí, echo de menos aquellos tiempos en que pasábamos las tardes juntos, ¿cómo no iba a echarte de menos? ¡si es que te amo!
Y por supuesto que quiero ser tu novia, quiero que estemos juntos, quiero que tengamos bebés, quiero todo contigo.



Y llevados por la pasión y las emociones que sentían el uno por el otro comenzaron a besarse. Decidieron mantener una relación a distancia mientras terminaban sus estudios. Se veían todos los fines de semana y el amor nunca abandonó sus corazones.
Acabaron viviendo juntos y tuvieron 3 bebés. A los 93 años de edad murieron juntos viendo el atardecer en el porche de su casa de la playa, abrazados, enamorados.

jueves, 9 de agosto de 2012

Frunkismilten: La destrucción de Costelo

- ¡Eresh, mi mejod a a a amiiigo! - dijo Maruck completamente borracho.
- Habla el vino dulce, me abandonarías en cualquier esquina por una pipa barata - le dijo Frunkismilten burlón.


Durmieron toda la noche, o más bien el día. Despertaron por el ruido de una estampida de bueyes. Normalmente los bueyes no huyen así, sin más, pensaron los dos amigos. 
Se pusieron en marcha en cuanto estuvieron preparados. Siguieron las huellas que habían dejado los animales hasta que llegaron a una pequeña granja. 

- Frunkis, los problemas te persiguen allá donde vas... - le dijo Maruck a Frunkismilten con tono burlón.
- ¿Celoso de lo divertido que es ser yo?
- No sigas o acabarás creyéndolo...
- No hablas tú, habla la envidia...

De pronto oyeron un grito terrorífico. Corrieron hacia su procedencia y vieron a un ser con forma humana, patas de cabra, boca de lobo, alas negras, cuernos retorcidos y una cola larga y roja. El torso de la criatura era de color rojo y las patas cubiertas de pelo marrón. 
La criatura estaba clavando un puñal en el pecho de la chica. Frunkismilten no lo pensó, corrió y golpeó a la criatura mientras que Maruck le arrojo un hacha. 
El hacha se le clavó en una pierna a la criatura y Frunkismilten le dio un puñetazo que lo arrojó a la criatura a varios metros. El extraño ser desapareció en una llamarada.
Los dos amigos se acercaron a la chica y vieron que estaba gravemente herida. Maruck sacó su frasco de agua de hadas y vertió una gota sobre la herida de la chica. En un instante se cerró la herida y la chica se levantó y les explicó lo que había sucedido.

Estábamos recogiendo la cosecha, cuando escuchamos a los bueyes gemir de una forma desagradable. Mi padre se acercó y vio que estaban muy nerviosos. Entró para tranquilizarlos y encontró a uno abierto en canal. De pronto esa criatura que habéis ahuyentado salió del animal y atacó a mi padre. !Se comió su corazón! 

La chica rompió a llorar. Cuando se tranquilizó siguió contando...

Después de matar a mi padre, los bueyes salieron en estampida y el vil ser, vino a por mí. Intenté resistirme pero poco pude hacer. Entonces me salvásteis.

Les resultó muy extraño a los dos aventureros que un "demonio" apareciese de repente sin ser invocado en una granja apartada de la ciudad. 
Escoltaron a la chica hasta la ciudad. Cuando llegaron, la ciudad estaba sumida en un caos. Montones de "demonios" destruían la ciudad y devoraban los corazones de los ciudadanos. Frunkismilten se quedó con la boca abierta, jamás se había enfrentado a tantos demonios juntos.

- No soy un experto en demonios pero..., alguien debe de haberlos invocado. Supongo que si le cortamos el pescuezo al invocador, desaparecerán - dijo Maruck, pensativo.
- Muy listo, ahora solo falta encontrar al mago que los ha invocado - dijo Frunkismilten con sarcasmo.

Fueron hasta el centro de la ciudad, matando demonios, abriéndose paso entre gente muerta y demonios hasta que llegaron a un gran portal por el que salían más y más. Frente al portal, había un gran trono en el que estaba sentado un enorme cíclope. Este cíclope llevaba una túnica de mago. Era extraño ver una criatura así dominar la magia, pero bueno, es bueno ver cosas nuevas pensó Frunkismilten.
Se acercaron al trono y llamaron la atención del cíclope.

- Eh!, asqueroso de un solo ojo, deshaz este entuerto o tendrás problemas - dijo Maruck con actitud chulesca.
- No creo que sea buena idea insultar a un mono gigante. Podría pisarnos - dijo Frunkis, burlón.
- GRRRRRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA - gritó el cíclope.

Tras el grito, se levantó del trono. Parecía enfadado, y con ganas de machacar a los dos aventureros.
Frunkismilten decidió probar la vara que las hadas le regalaron pues sus otras armas poco podrían hacer. Maruck comenzó a correr hacia un almacén que vio. Mientras, Frunkismilten jugaba un poco. Hizo un hechizo que creaba una masa viscosa y la esparció por el suelo, usando la magia de la varita. El cíclope la pisó y cayó al suelo, formando un gran estruendo. El cíclope se levantó muy rápido con un hechizo de levitación y se quedó flotando, para no volver a resbalar. 
Maruck estaba sacando barriles de aceite del almacén y esparciéndolos por toda la plaza. Frunkismilten intuyó su plan y siguió distrayendo al cíclope. 
Agitó la varita murmurando unas palabras y salió un haz de luz cegadora, pero el cíclope también murmuró unas palabras, y de sus manos salieron llamaradas que Frunkismilten tuvo que parar con un muro de agua que invocó con su varita.
Entonces Maruck gritó:

- TRAELO!!

Frunkismilten invocó unos patines en los pies del cíclope y este cayó al suelo de nuevo. Entonces en un último y gran esfuerzo, Frunkismilten invocó una corriente de aire y empujó al cíclope hasta donde Maruck había vertido el aceite. Entonces, Maruck prendió el aceite y el cíclope salió ardiendo. Sin embargo, el portal no se cerró y los demonios tampoco desaparecieron.
De repente, el cíclope se abrió en canal y surgió de él un demonio igual, a los ya surgidos, en apariencia, pero más grande.
Entonces Frunkismilten y Maruck se lanzaron a ellos empuñando sus armas. El demonio estaba algo desconcertado así que no les fue difícil golpearle. Le hirieron gravemente pero el demonio les golpeó con sus garras haciéndoles varios cortes.
Frunkismilten, agotado, sacó dos espadas cortas de sus bolsillos y como un torbellino se lanzó girando cada vez más deprisa hacia el demonio, el cual no pudo esquivar el ataque y acabó lleno de cortes. Maruck aprovechó para darle el golpe de gracia, y cortando la cabeza al demonio terminó la batalla.

Los demonios fueron absorbidos por el portal y luego se cerró. La ciudad, sin embargo, no volvió a estar como antes. Estaba lleno de cadáveres, las casas en ruinas, todo destruido....

Los dos amigos se quedaron tres semanas en la ciudad para ayudar a los pocos supervivientes a reconstruir la ciudad y para curarse sus heridas. Costelo, la ciudad que hacía los mejores quesos del norte, tardó muchos años en recuperarse de aquel golpe. La ciudad se fue llenando poco a poco de nuevos habitantes que iban llegando.

Frunkis y Maruck siguieron su camino lleno de aventuras siempre guardándose las espaldas el uno al otro.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Un amor estrellado

Carlos era un chico tímido. No se relacionaba mucho con la gente, aunque tenía muchos amigos, de los cuales solo algunos conservaba aún.

Que fuese tímido, no quería decir que no fuera simpático, de hecho, era muy gracioso y caía muy bien a sus amigos y amigas. Además era muy buena persona, y también sabía cocinar muy bien. Esto último se le notaba en su barriga, que no era excesiva pero se notaba que era de buen comer.

Llegada la pubertad, todos sus amigos comenzaron a salir con chicas, y cada vez salía menos con ellos, hasta que un día se dio cuenta que llevaba dos años sin ver a sus amigos, sin salir a tomar algo, a hacer deporte….

Por esa época se sentía muy triste, él notaba que le faltaba algo. Se sentía vacío.

Probó muchas cosas llenar ese vacío, se compró un perro, fue a fiestas, compró juegos nuevos para las videoconsolas, compró libros para leer, pero nada le llenaba ese vacío doliente que tenía.

Un día decidió pasear Roxy, su perrita, por la playa. Ese día la playa estaba desierta, lo que hizo que Carlos se sintiera más solo aún. Estaba cada vez más triste. Se asombró cuando notó las lágrimas caer por sus mejillas pues no era el tipo de personas que llora fácilmente .

De pronto, Carlos vio caer algo al agua y escuchó una voz que pedía ayuda. Preguntó a voz en grito donde estaba. La voz seguía pidiendo ayuda. Carlos se metió al agua seguido por Roxy. Se topó con algo, era una persona. Quedó sorprendido por su hallazgo, pero aún así usó todas sus fuerzas para levantar a esa persona del agua y sacarla fuera.

Era una chica, estaba desnuda, la echó sobre la arena y le puso su chaqueta por encima. La chica comenzó a toser. Cuando abrió los ojos se asustó al ver a Carlos. Le preguntó quién era, y Carlos se presentó y le contó lo que había pasado. Se quedaron en silencio unos minutos.

Carlos sacó un cigarro y se puso a fumar, para relajarse ante tal situación. Estaban sentados juntos en la orilla y ella le miraba fijamente. Ella comenzó a hablar. Le contó que no sabía de dónde venía, que no recordaba nada.

Carlos se la llevó a casa y le dijo que al día siguiente la llevaría a la comisaría para que encontraran a su familia. Le enseñó cómo se usaba la ducha y le dio ropa. Cuando salió de la ducha, Carlos le tenía preparada una rica cena. La chica devoró la cena como si llevase semanas sin comer. Una hora más tarde se fueron a dormir. Carlos durmió en el sofá y le ofreció a la chica la cama, con sábanas limpias que acababa de poner. A Carlos le palpitaba el corazón muy rápido cada vez que la miraba a los ojos.

Al día siguiente fueron a la comisaría y le tomaron las huellas dactilares. Le dijeron que la llamarían cuando encontrasen algún familiar, que tardarían un par de días porque tenían mucho trabajo.

Volvieron a casa. Carlos le enseñó muchas cosas, usar la tele, los videojuegos, libros, canciones, historia, …, pero no recordaba nada, aunque iba aprendiendo.

Pasó una semana y cada vez estaban más a gusto el uno con el otro. Decidieron entre los dos que la chica se llamaría Emma. Carlos le propuso nombres y ella eligió ese.

En los días siguientes salieron, conocieron más personas, visitaron otros pueblos y lo pasaban estupendamente.

Un día estaban hablando cuando de pronto quedaron en silencio y mirándose a los ojos. Así, sin más se besaron apasionadamente. Estaban muy felices.

Al día siguiente, llamó la policía. Fueron a la comisaría y allí le explicaron que la chica había muerto hacía 4 años junto con su madre, y que ya no le quedaba familia. El policía explicó que murieron en un accidente de coche, y que nunca encontraron el cadáver de Emma. También les contó que se llamaba Paula. Emma se quedó inmóvil durante varios minutos y de pronto dijo que lo recordaba todo. Volvieron a casa y Emma durmió.

Al día siguiente, Emma despertó a Carlos y le dijo que no quería nada de su anterior vida, que arreglaría los papeles que tuviera que arreglar para constatar que estaba viva y que se cambiaría el nombre por Emma. Esa noticia puso a Carlos muy feliz pues pensaba que Emma le abandonaría tras recuperar la memoria.



Unas semanas más tarde, Emma ya había puesto en orden todos sus papeles y vivía junto con Carlos. Eran felices. Ambos tenían trabajo y no les faltaba de nada. Un año después se casaron y tuvieron un bebé.



Una noche, Carlos le preguntó a Emma: “¿Caíste del cielo verdad?” 

domingo, 5 de agosto de 2012

Recuerdos

Querida Jennifer,

¿Recuerdas cuando nos conocimos? Nunca olvidaré la cara que pusiste cuando te llamé rara en tu cara. Bueno, tu sabes que no fue ofensivo. Simplemente que yo a veces no controlo mi lengua y tu te comportaste muy nerviosa, así que le dije, refiriéndome a ti, a Carmen, "Que rara es ¿no?". Tu ya sabes como sucedió todo, jaja.
Ese fue uno de los primeros días de clase. Más adelante acabamos sentándonos juntos. Reíamos, hablábamos, tonteábamos... ¡qué bien nos lo pasábamos!

Recuerdo aquel día que salimos de clase, y tu ibas a coger el autobús, pero esperaste a que yo sacase la bici, y comencé a dar vueltas alrededor tuya para no dejarte ir. Por entonces ya me gustabas aunque no me diese cuenta, estaba muy a gusto contigo.

Un día te invité a comer tortilla de patatas, que te encanta, o al menos te encantaba por aquel entonces, ahora ya no te hace tanta gracia. Tu me dijiste que no. Te arrepentiste y esperaste a que lo hiciera otra vez jaja. Pero ya sabes, soy un poco corto y no me daba cuenta... .
En realidad, pensaba que no querías nada conmigo excepto la amistad que habíamos creado. Ya sabes, rechazaste mi invitación a comer tortilla.

A parte de estar toda la mañana en clase juntos, por las tardes nos hartábamos de hablar por el MSN. Fue en esas sesiones de charla en MSN donde te enfadaste conmigo por ser tan cortito y no darme cuenta de que te gustaba y eso. 
Un día tenías que quedarte en la facultad para ir a inglés después de comer y me quedé contigo. Ese día fue nuestro primer beso. Siempre he pensado que fue muy bonito, bocas atraídas como imanes por polos opuestos. 
A partir de entonces quedábamos todas las tardes y paseábamos por las calles de Sevilla. Siempre acabábamos en la estación de autobuses. 
Un día, me preguntaste, "¿qué somos?". Y yo te dije que no sabía, te sentó mal, pero es verdad, no sabía, era nuevo en esa situación. Más adelante fuimos novios más formalmente. Todo iba muy bien, comíamos juntos las ricas comidas que preparo, incluso engordamos.

Meses más adelante comenzamos a tener problemas, y por varias razones cortamos nuestra relación. 

Pasaron varios meses y comenzó el nuevo curso. Comenzamos a tontear de nuevo, me seguías gustando, siempre has sido solo tú. 
Recuerdo un día que intenté darte un poco de pena diciéndote que no iba a poder ver una película porque no tenía con quien ir. Al final, viniste conmigo, y sucumbimos de nuevo al amor. Nos besamos de nuevo, nuestros corazones se encontraron de nuevo.
Estuvimos quedando todos los jueves por la noche para ir a cenar, al cine, pasear,... . Un día me llamaste y me dijiste, que te dijera si íbamos en serio. Yo te dije que no sabía, y tu me contestaste que tenía que decidir si quería ir en serio o no. Yo que no quería perderte por nada en el mundo te dije que sí. 

Ahora estamos juntos y aunque a veces discutamos y tengamos malos días, no pasa nada, porque siempre estará el amor que nos tenemos el uno al otro. Y, ¿qué es una pareja que no discute? Yo te lo diré; una pareja que no discute es un aburrimiento.


Con todo mi corazón, 

Antonio.

viernes, 3 de agosto de 2012

Frunkismilten: El asesino de magos

- ¡Por supuesto que le conozco!, es mi gran amigo Frunkis. - Dijo el obeso enano, totalmente borracho.
- ¿Y sabe dónde podemos encontrarle? - preguntó el encapuchado, con tono sombrío y sosteniendo aun una papel con el retrato del duende Frunkismilten.
- No, ese maldito duende aparece y desaparece sin dar explicaciones a nadie, ni a su mejor amigo. Yo... yo... . - y cayó en redondo el enano, dormido, roncando como un gorrino.


Frunkismilten vagaba por el bosque de Orlen, con su caldero colgado a la espalda como una mochila y en su mano derecha sujetaba una botella de vino enorme, una de las botellas de Nork.
Se fijaba en cada detalle del bosque pues le gustaba la paz que le transmitía. "Sí, un buen vino, una buena pipa y un pacífico bosque, y tal vez... unas ninfas, jeje", pensó el duende mientras paseaba, lo que le hizo soltar una carcajada. Recordó el tiempo que pasó con su amigo Maruck, en los bosques celestes de Tushcan.
De repente, se detuvo y observó unas bellas flores. Guardó el vino y sacó un pequeño cuchillo. Cortó algunos pétalos de flor y los echó en su mortero. Siguió caminando, pero esta vez mientras machacaba los pétalos e iba añadiendo más ingredientes. Estaba preparando una poción para curar la parálisis.

Llegó a las lindes del bosque y pudo ver de lejos Orlen, la ciudad de las hadas. Anduvo hasta llegar a la ciudad y fue en busca de una posada donde descansar. Ya estaba oscureciendo cuando llegó a la posada.

- Necesito una habitación para pasar la noche. Y sírvame el menú del día, me pondré en la mesa aquella del rincón. ¿Cuánto costará todo?  - dijo el duende al encargado de la posada.
- Serán 7 piezas de plata, 8 si quiere también un baño caliente y 9 si desea compañía.
- Aquí tiene, 8 piezas de plata, necesito un baño, huelo a troll.
- No se crea, la pasada noche estuvo por aquí un enano muy gordo que olía como un baúl lleno de trolls... Aunque no se merecía lo que le pasó.
- ¿Qué le paso? - preguntó Frunkismilten, intrigado.
- Un hombre, muy siniestro, encapuchado y con malas pintas en general le estuvo sonsacando información sobre un retrato que le mostraba. El enano no dio ninguna información y al rato cayó rendido. No es la primera vez que pasa por aquí y le he visto beber mucho más, por eso pienso que lo envenenó. Luego, lo llevó arrastrando fuera de aquí y ya no se que pasó con el pobre enano.
- MmMmm, gracias por la información, tome, una moneda más por su amabilidad.


Frunkismilten estuvo largo rato disfrutando de la cena y de la bebida. Cuando una de las sirvientas le informó de que estaba listo el baño, fue y se bañó. Tras varias horas metido en la bañera, salió, se secó y se tiró en la cama, donde durmió toda la noche hasta que las campanas que daban la alarma en el pueblo comenzaron a sonar. Fastidiado al ser interrumpido su sueño, Frunkismilten se levantó y se asomó a la ventana.
Se quedó con la boca abierta al ver que la plaza del pueblo estaba llena de estatuas. No recordaba que por la noche, cuando llegó, estuvieran. Se vistió deprisa y bajó. Pidió un poco de pan y queso para desayunar, pagó y se fue comiéndose su bocadillo.
Al llegar a la plaza pudo ver que esas estatuas eran personas. Más que personas, eran seres mágicos. Habían paralizado a las hadas, magos y a todos los seres que poseían magia que estaban en el pueblo.
"¿Cómo ha podido suceder algo así?" pensó Frunkismilten.

Anduvo entre las estatuas y de pronto le vio. ¡¡Era su amigo Maruck!! Sacó la poción que había preparado en el bosque de Orlen y le echó 2 gotas por encima. Maruck comenzó a moverse y al ver a su gran amigo su cara se llenó de emoción y se dieron un abrazo.
Maruck le contó a Frunkismilten todo lo que pasó:

Hace varias semanas me venía siguiendo un tipo. Conseguí verlo en una ocasión pero se desapareció. Pensé que era un mago pero estaba equivocado, puedo oler a cualquier mago y ese tipo olía más a demonio que a mago. Cuando llegué a la posada hice lo que siempre hago al llegar a una posada, ¡¡pedí vino!!, mucho vino del bueno y aguamiel. 
Entonces se acercó ese tipo, me enseñó un retrato y vi que eras tu el retratado. Me preguntó si conocía al del retrato y le dije que sí, que eras mi amigo. Me preguntó donde te encontrabas, pero no se lo dije y aunque hubiese querido decírselo no habría podido porque no lo sabía. 
Entonces me desmaye, y aquí estoy ahora. 

Frunkismilten comenzó a quitar la parálisis a los demás paralizados y cuando terminó escuchó un aplauso pausado.
Era el encapuchado. Frunkismilten jamás había visto a ese tipo, no sabía quien era. El desconocido se apareció frente a los dos amigos y dijo:

- Al fin te encuentro escurridizo duende. Ahora podré destruirte y así irás con los tuyos.
- ¿Por qué coño quieres destruirle?, ¡¡si no le conoces de nada!! - exclamó Maruck.
- ¡¡No es de tu incumbencia estúpido enano!! - contestó el encapuchado.
- No te preocupes Maruck, vamos a darle una paliza ninja, que parece que le gusta que le den caña. - dijo burlón Frunkismilten.

A Maruck se le fue la cabeza y desenfundó las dos hachas que siempre llevaba en su espalda mientras que corría hacia el encapuchado, pero este sacó su espada y paró los dos golpes. Sin embargo, no pudo parar el golpe que el duende le infligió por la cadera, cortándolo por la mitad.
El cuerpo del encapuchado se deshizo y una niebla negra salió de la ropa.

- ¡Es una puñetera sombra! - exclamó Maruck.
- No dejes que se meta en tu cuerpo. Es una sombra, un ser malvado que odia la magia. No suelen verse, alguien ha debido invocarla para que me mate. ¿Quién querrá matarme? si he sido bueno... - explicó Frunkis
- JAJAJA, vamos a darle una paliza a esa jodida sombra. ¿Cómo se matan?
- Con magia no desde luego, así que usa solo el hacha no mágica. Yo usaré el caldero. La arrearé un porrazo que lo va a flipar, Maruck.

La sombra intentó meterse en el cuerpo de un hada que había cerca, pero Frunkismilten se interpuso y le intentó dar con el caldero, pero falló. La sombra intentó huir pero Maruck le cortó el paso, y la sombra le arrolló. Frunkismilten le dio a la sombra con el caldero evitando así que se introdujese en el cuerpo de Maruck. La sombra comenzó a girar tan deprisa que produjo un tornado oscuro que los arrojó contra las casas, dejándolos aplastados contra las paredes.
Se pusieron en pie, doloridos, aturdidos.

- Maruck, intenta pararle los pies un momento. Voy a hacer algo. - Dijo Frunkismilten.
- A ver si puedo atarle y dibujarle un ya sabes que en la frente. ¡¡Aunque no tiene frente!!, JAJAJA.

Frunkismilten sacó la varita que le arrebató a Neigard tiempo atrás. Conjuró una barrera de piedra alrededor de la sombra. La sombra era inmune a la magia, pero no a la piedra. La sombra intentó escapar pero no le dio tiempo puesto que Frunkismilten hizo que la barrera de piedra se cerrase alrededor de la sombra aprisionándola.
El duende y el enano se acercaron a la barrera donde la sombra estaba prisionera. Frunkis abrió un poco la barrera y cuando la sombra intentó salir, la molieron a hachazos y calderazos. Y así la sombra desapareció.

Todas las hadas del pueblo estaban alrededor de la plaza, habían visto toda la lucha y cuando vencieron a la sombra, vitorearon y aplaudieron y gritaron de alegría a los héroes.

Agradecidas, las hadas le invitaron a volver cuando quisieran y les otorgaron varios artilugios mágicos. A Frunkis le regalaron un collar que le permitiría respirar bajo el agua siempre que lo llevase puesto. También una vara de Roble que tenía un gran poder que Frunkis en ese momento desconocía. A Maruck le dieron un hacha que podía ser mágica o no a su antojo, además de un frasco de agua de hadas que le devolvería la vida a un moribundo solo con una gota.

Los dos amigos se quedaron en la ciudad varios días, disfrutando de la belleza de la ciudad, de sus vinos, de su hierba de hada y de la fantástica compañía de un viejo amigo.

Pasados esos días partieron juntos hacia una nueva aventura.

jueves, 2 de agosto de 2012

Frunkismilten: La historia del alcalde de Nork.

Nork es una gran ciudad. Es muy famosa por los fantásticos vinos que fabrica, es la ciudad que suministra vinos de calidad a todo el reino. Sin embargo, tuvo una época en la que la producción de vinos era escasa, y no del todo buena. No obstante, el alcalde de Nork se disculpó ante todos a quienes la ciudad suministraba los vinos. Además de una disculpa, nos ofreció una explicación, y el relato es el siguiente:


Todo comenzó hace unos 7 años, una noche de Luna llena, cuando un gran rayo cayó en el puente que nos permitía atravesar el gran río Tur.
Al día siguiente, el puente estaba nuevo, como si lo hubieran reconstruido durante la noche, pero eso era imposible, a no ser que se usara magia....
Por aquel entonces nos alegramos todos los habitantes de Nork de que el puente estuviera nuevo. Ese puente nos permitía comerciar con otros pueblos vecinos, además sin él estaríamos atrapados.

Pronto comenzamos a darnos cuenta de que no fue tan bueno ese regalo divino. Cada noche de Luna llena, un ser de baja estatura, sombrero de pico, trajeado, zapatos de pico y una nariz desproporcionada, se paseaba por la ciudad y después de una inspección, raptaba a un niño.

A la siguiente Luna llena de descubrirlo, intentamos detenerle pero sacó una rama de su chaleco y comenzó a echar chorros de magia que nos lanzó por las aires a los 30 hombres que fuimos a por él.

Tras muchos intentos de detener al monstruo que secuestraba a nuestros hijos, nos intentamos ir del pueblo. Si, digo intentamos porque no podíamos irnos. Al intentar pasar por el puente aparecía el monstruo y nos cortaba el paso. "No pasarán esos niños por aquí, no lo permitiré. Volved a vuestras casas, y preparaos para cada Luna llena. Alimentad bien a vuestros niños" nos decía con esa voz rasgada. Al ser de día pudimos verle bien. Era un extraño ser amarillo, de estatura baja y sus rojos ojos nos producía terror.

Muchos de nosotros intentamos salir en pequeñas barcas durante el día, pero había una especie de barrera invisible que no nos dejaba pasar. Estábamos atrapados.

Un día, un extraño hombrecillo apareció por el maldito puente. El hombrecillo era verde, pelo largo, pelirrojo y  de punta del cual le salía un enorme trébol de cuatro hojas. Espesa barba pelirroja también, con sus orejas puntiagudas y largas. Además llevaba un caldero casi igual de grande que él y una gran botella de vino. Al verle llegar fuimos hacia él y le advertimos, empuñando nuestras inútiles armas, que si venía a causar problemas ya podía largarse.
"Sólo busco una posada donde descansar, y algo de vino." nos contestó tranquilamente. "Aunque creo que ya tenéis bastantes problemas, noto la maldad muy cerca." continuó, con un tono misterioso.

Le contamos la historia al extraño hombrecillo verde y nos ofreció su ayuda a cambio de un buen vino. Nos dijo su nombre, Frunkismilten.

A la siguiente Luna llena, Frunkismilten se encontraba en lo alto de la atalaya. Desde allí podía ver todo el pueblo, ya que se encontraba justo en el centro. Si aparecía el monstruo, lo podría ver.

Cuando estaba más alta la Luna, de debajo del puente apareció el monstruo, dispuesto a llevarse a otro niño. Frunkismilten ya no estaba en la atalaya, había desaparecido. Como por arte de magia, apareció frente al monstruo.
Unos cuantos hombres y yo nos acercamos para apoyarle. "Hola, Neigard. ¿Ahora secuestras niños? Qué vicios más asquerosos tienes" le dijo Frunkismilten al monstruo, que al parecer se llamaba Neigard.
"Frunkis, no te metas en mis asuntos, no me gustaría hacerte daño. Ya sabes para que quiero a los niños, no es nada obsceno, simplemente quiero sus corazones para realizar el ritual de las almas" le contestó Neigard.

En aquel momento no sabíamos que era el ritual de las almas, pero ahora sí. El ritual de las almas consistía en sacrificar a 72 niños, sacarles su corazón aun latente y conjurar la vida eterna. Frunkismilten nos contó en que consistía el ritual, y en sus palabras pudimos ver lo en contra que estaba de ese tipo de magia, la despreciaba.

Frunkismilten no esperó más y se lanzó hacia Neigard para darle un buen puñetazo. Neigard le lanzó un rayo con su varita, pero Frunkismilten lo bloqueó con su caldero.
Frunkis sacó un garrote del bolsillo de su pantalón, ¡también podía usar magia!, y comenzó a atacar a Neigard y a bloquear su magia.
Se pudo ver la superioridad de Frunkismilten que, pese a no usar magia, estaba ganando terreno en el combate.
Despareció, pero reapareció de repente detrás de Neigard, le dio un garrotazo en las costillas, una patada entre las piernas y volvió a desaparecer al momento en que Neigard se daba la vuelta y lanzaba una bola de fuego, la cual le quemó a el mismo. Medio abatido, Neigard intentó huir pero Frunkismilten le partió el brazo en el que sostenía la varita y se la quitó. Frunkismilten, con la varita lanzó un hechizo que hizo brotar raíces del suelo, las cuales atraparon a Neigard, dejándole inmóvil.

Comenzó el interrogatorio. Intentamos sonsacar información sobre el paradero de los niños raptados, pero Neigard no quiso decir nada. Frunskimilten estaba guardando su garrote de nuevo en el bolsillo, sacando una nueva botella de vino y guardando la varita en el bolsillo de su camisa. Al parecer toda su ropa era mágica porque guardaba cosas que se veía que no podían caber.
Una vez terminó de guardar sus cosas y beber un buen trago de vino, Frunkismilten se acercó a Neigard, lo miró fijamente durante un buen rato y luego me arrebató la espada y lo atravesó con ella. Luego le cortó la cabeza y me dijo: "Si no sabes como acabar con un ser con tanta maldad, prueba a cortarle la cabeza".

Una vez fue decapitado, el cuerpo de Neigard se convirtió en polvo. Luego, Frunkismilten fue bajo el puente y dijo algo en una extraña lengua. El puente desapareció, y los niños desaparecidos comenzaron a salir, pero..., no estaban igual. Sus cuerpos eran, translúcidos, estaban muertos pensamos. La tristeza invadió nuestro corazones, pero Frunkismilten volvió a recitar algo en esa extraña lengua.
Los cuerpos de nuestros hijos comenzaron a salir del río y sus espíritus se fueron fusionando con ellos. Estaban vivos de nuevo.

Hace un año que Frunkismilten se marchó. Cada familia del pueblo le regaló su mejor botella de vino, y contento se fue.
Si no hubiera sido por ese hombrecillo verde nuestros hijos habrían muerto, y la pesadilla que vivimos durante cinco años podría haber tenido un terrible final.

Gracias Frunkismilten, siempre habrá vino en mi pueblo para saciar tu sed.

martes, 31 de julio de 2012

Amor aparente


Queridos,

Mamá, Papá y Álex:

Si estáis leyendo esta carta será porque me habré ido. Sin embargo, me gustaría contaros por qué, creo que os debo una explicación por haceros sufrir así.


A los 17 años comencé ha salir con un chico, Esteban. Era un chico muy encantador. Cada día, me demostraba el amor que sentía por mí. Yo obviamente me sentía muy alagada, sobretodo el día en que me organizó una cena romántica en la playa. Ese día fue uno de los mejores que viví. Vino a buscarme, me vendó los ojos y cuando me quiso quitar la venda me encontraba en la arena, junto al mar, y había una mesa con dos sillas, velas, flores y mi plato favorito...

Estábamos muy enamorados. Todo siguió igual hasta que un día se arrodilló ante mí y abrió una pequeña caja con un anillo precioso, con un gran diamante dentro.
Nos casamos. Eso ya lo sabéis, estuvisteis en la boda.

Llevábamos 2 años viviendo juntos, pero después de casarnos, 4 meses más o menos, comenzó a comportarse de forma diferente. Ya no era tan atento conmigo, casi ni hablábamos. Yo le hablaba, le abrazaba, le decía cuanto le amaba, pero el no hacía más que una falsa mueca.
Pensé que había hecho algo mal, y se lo pregunté. Me respondió: "No seas pesada, ya bastante tengo con el trabajo". "Yo también trabajo y no por eso he dejado de quererte" le respondí, con lágrimas en los ojos.

Ese día no volvimos a hablar. Cada vez volvía más enfadado del trabajo, pero un día no pude aguantar más y lo reprendí. Le intenté sonsacar el por qué de su extraño comportamiento y me golpeó. Me rompió el labio, y comencé a llorar.

No le dirigí la palabra en varios días. En el trabajo me preguntaban que me había pasado, pero mentía diciendo que tropecé, sin embargo, dejaron de creerme cuando más adelante, Esteban cogió la manía de pegarme todos los días. Intentaba defenderme pero era mucho más fuerte que yo.

Pedro, un gran amigo mío desde que comencé a trabajar en esa empresa, me dijo que denunciara a Esteban, que no podía seguir dejando que me pegase. Después de salir del trabajo, Pedro me acompañó a poner la denuncia, pero me arrepentí por el camino, pensaba que Esteban podía cambiar. Fui con Pedro a tomar un café y hablamos durante horas.

Durante casi un año, me libraba de algunas palizas gracias a los cafés que me tomaba con Pedro. Ains, Pedro..., era tan amable, tan bueno. Además, era muy guapo y un cuerpo que, bueno ya me entendéis.

Un día, Pedro me preguntó: "¿Te fugarías conmigo?". "Sí" le respondí sin pensar, harta de tanta paliza y tanto desamor. "Prepara las maletas cuando él no esté y ven para mi casa, toma las llaves, quedamos a las 10 en mi casa, no olvides el pasaporte" me dijo Pedro. "Allí estaré" contesté con voz chiquilla enamorada.

Al día siguiente, a las 10 estuve en casa de Pedro. Él llegó nervioso, cogió una maleta y unos billetes de avión que tenía en la mesita y me dijo que debíamos irnos. Ese mismo día cogimos el avión y nos fuimos del país.

Más tarde me enteré de que Esteban había muerto. La casa donde vivíamos salió ardiendo y me dieron por muerta, siento no haber podido avisaros antes, lo siento de verdad.

Aunque tengo la certeza de que Pedro es el responsable del incendio, no le guardo rencor. Es más, me casé con Pedro y somos muy felices. He encontrado mi verdadero amor, y mis amorcitos Julia y Juan, nuestros hijos. Os envío fotos adjuntas a esta carta y la dirección donde podéis venir a visitarme. Espero veros pronto.


Os quiere,



Sándra.





domingo, 29 de julio de 2012

Desengaño


Querida Julia,

Te vi por primera vez a los 16 años. En aquel entonces no era para nada maduro, por lo que lo único que pensé al verte fue: "Menuda tía". No es nada malo, solo fue una manera de expresar la belleza que contemplé.

La segunda vez fue más emocionante, al menos para mí. Tu, junto a tu familia, os mudasteis a la casa de al lado. Al verte salir del coche sentí una gran alegría, una emoción que invadió mi cuerpo, y no podía dejar de mirarte. Eres tan hermosa....

A ti no te gustó nada que te mirase tan fijamente, eres muy borde. Tu forma de ser me gusta también, no pienses que es una critica, todo lo contrario.

A partir de entonces comencé a verte todos los días, incluso íbamos juntos al instituto. Yo siempre te daba conversación pero no eres muy habladora, así que básicamente el que hablaba era yo. No me importaba, me gusta tanto hablar y que me escuchen....

Al terminar el instituto decidí pedirte salir, pero me contestaste que no tenías interés en tener una relación con nadie. Lo acepté y te prometí que te esperaría hasta que estuvieras preparada.

Nunca te lo dije pero estudié una carrera que no me gusta, realmente la detesto, solo por estar cerca de ti.

Pasaron 4 años y ambos conseguimos nuestras titulaciones. Ahora es el momento, pensé en aquel entonces. De hecho, fui a buscarte a tu casa, para declararme, para confesarte el amor que te procesaba..., pero tu no estabas allí. Te llamé al móvil pero la operadora me decía que ese número no existía.

Deprimido volví a casa de mis padres. Al día siguiente de mi regreso, visité a tus padres y les pregunté donde podías estar, pero me dijeron que no sabían donde podías estar.

Tras varios intentos conseguí sonsacarles una dirección. Y ahora te escribo esta carta.


Espero que estés bien.


Roberto.





Días más tarde Roberto recibió una carta:




Querido Roberto,

Nunca ha sido mi intención hacerte daño. Cuando te decía que no quería tener una relación no te mentía, pero nunca he querido tenerla contigo. Eres un buen amigo pero nada más lejos. Recuerdo una vez que me intentaste besar y te golpeé. Te partí el labio, y sin embargo, volviste al día siguiente. No captas ni las directas ni las indirectas. Espero que esta carta te deje claro lo que hace mucho tiempo deberías haber entendido. No te quiero.

Siento ser tan cruel pero creo que es la única manera de que lo entiendas.

Voy a viajar por todo el mundo, ese es mi sueño.


Espero que puedas olvidarte de mi.



Julia.





sábado, 28 de julio de 2012

Capítulo 8

Estuve volando durante mucho tiempo con mis alas de dragón, hasta que sobrevolé un gran bosque y decidí descansar en él. 
Nada más pisar el suelo sentí que me observaban y me seguían. Anduve hasta llegar a un claro del bosque y allí me acorralaron. Eran criaturas de baja estatura, sin pelo, con orejas puntiagudas y una poderosa aura enérgica. Iban con ropas elegantes e impecables. 
Me apuntaban con el dedo y la expresión de sus caras me hacían pensar que si me movía me destrozarían.

- ¿Qué haces aquí humano? - preguntó uno de las criaturas.
- No quiero haceros ningún mal, solo quiero descansar, llevo mucho tiempo viajando.
- No hay mentira en sus palabras, ¿quieres pasar a nuestro pueblo? - dijo otra de las criaturas, la que parecía mas anciana.
- Será un placer - contesté.

Anduvimos durante un buen rato y de repente, ante mis ojos apareció el pueblo de las criaturas. Por lo visto atravesamos un portal...

Pasé varios días en el pueblo aprendiendo de su cultura, de sus poderes, magia. Me informaron de que una guerra inminente se aproximaba, que debía ser mejor. ¿Mejor? me había echo en muy poco tiempo muy poderoso, ¿qué más podía hacer?

Entrené hasta que llegó el día de la gran guerra contra los demonios. Las pequeñas criaturas crearon un portal mágico para que pudiera aparecerme en la batalla o cerca de ella y llegase a tiempo...


Me aparecí muy cerca del campo de batalla. Sobrevolé la zona a gran velocidad y cuando divisé la línea que separaba los dos ejércitos me lancé a toda velocidad, conjurando a la vez un hechizo de onda expansiva para la tierra. Choqué contra el suelo y el hechizo explotó haciendo que la onda expansiva derribase a todos.
Al fondo, donde se encontraban las tropas enemigas divisé un gran castillo. Antes de ir hacia él realicé un hechizo de amplificación de magia y luego otro que hizo que los demonios abandonaran los cuerpos a los que doblegaban. Ya solo quedaba el castillo donde se encontraba Elmond. 

Cuando llegué al castillo encontré al profesor Toril luchando contra aquel viejo que me atacó cuando salvé a la chica de la torre. Debía de ser Elmond. Parecían en igualdad de fuerza, era una batalla increíble. Me dispuse a ayudar al profesor Toril, pero un demonio enorme apareció ante mi y me golpeó. Convocó un centenar de demonios menores que se fueron a enfrentarse a las tropas del profesor Toril. Me recompuse y luché contra él, pero mi poder no es que no fuera suficiente, es que parecía una hormiga enfrentándose a un león. 
Usé todo mi poder para darle un gran golpe. Saqué mi espada, reuní toda mi energía, formé una barrera con todos los elementos y energías de las que disponía, y le dí un gran golpe. Lo derribe, pero se levantó como si nada, y ya no me quedaba energía. Había sido derrotado. 

Algo me invadió. Sentía la energía del dragón y del demonio fusionadas, además de un frenesí que me incitaba a matar....
Lenvaté mi espada. Mi cuerpo emitía tanta energía que a muchos de los que participaban en aquella guerra no podían mantenerse en pie. El demonio sacó una enorme espada de la nada al ver el poder que conseguí.
Comenzamos una lucha. Le atacaba y me paraba. Me atacaba y le paraba. Aumente mi velocidad, comencé a girar alrededor de él y vi que no podía seguir mis movimientos. Entonces ataqué. Lo partí en dos. Y para asegurarme, lo corté, lo corté, lo corté. Picadillo de demonio quedó.
Cansado, me desplomé. 

Elmond se apareció detrás de mi, me hizo algo que me paralizó y luego me agarró y desaparecimos.



Y ahora estoy aquí, atrapado en una gran torre que me absorbe la poca energía que mi cuerpo es capaz de generar. No puedo salir de aquí, está sellado por mi propia energía. No hay puerta, ni ventanas. Parece que esta vez, no es un sueño, esta vez no despertaré... .

Capricho del destino

- Vaya!, que pronto has llegado. Debes de ser muy valiente.
- ¿Qué le lleva a decir eso?
- Los valientes siempre llegan antes. Jovencito, si quieres pasar deberás contarme una historia, tu historia.
- Como quiera, le contaré por qué estoy aquí...

Yo siempre he sido el típico tipo duro de la escuela. Le hacía la vida imposible a los demás y nunca nadie me ha plantado cara, bueno, alguien lo hizo, pero de ella hablaremos luego. No era ningún genio pero conseguí terminar mis estudios, aunque todo hay que decirlo, copié en algunos exámenes y obligué a varios compañeros a hacerme trabajos pero el caso es que lo conseguí. 
Un chico malo eso soy, y no me arrepiento, pero no era yo en aquel momento. Siempre fui de flor en flor en el amor, no me importaban sus sentimientos, y pienso que soy mala persona por ello pero nací así. 
Pero un día la vi pasar frente al bar donde desayunaba cada mañana, le dije un par de obscenidades y ella se acercó a mí y me dijo:

- Me das asco! - y junto a estas palabras un rodillazo en mis partes sensibles. Menuda chica, pensé. Que temperamento!!

Dolorido me fui a casa y pasé la tarde jugando a los videojuegos sin poder quitarme su imagen de mi cabeza. Ese golpe me ha conmocionado, pensé.

Al día siguiente, mientras desayunaba pensaba en volver a cruzarme con ella, y así fue. Al parecer trabajaba en la facultad, cerca de las oficinas donde yo ocupaba el puesto de atención al cliente. Si hubiera tenido una profesora como ella habría sacado matrícula. Era tan... para mí.
Esa vez no le solté ninguna obscenidad. Me acerqué haciendo gesto de paz y se paró. Me miró de arriba a abajo y me preguntó:

- ¿Estudiaste modales anoche?
- Estuve buscando en internet el significado de verguenza y estupidez. No encontré nada que fuera conmigo así que lo dejé. Pero vengo a pedirte disculpas, no estuve acertado a la hora de piropearte de esa manera. 
- ¿Es que lanzas piropos según como sea tu presa? Quiero que sepas algo, por muchos modales que muestres ahora no voy a querer nada contigo. No me gustas y no me vas a gustar así que no pierdas el tiempo.
- Pero si no me conoces. Puedo ser lo que quieras que sea - nunca supe por qué dije eso. 

Mi comportamiento era extraño. Ella me hizo ¿cambiar? No sabía que pasaba, pero cuando la miraba a los ojos... no era yo, parecía que hubiese hechizado.
¿Sería eso lo que llaman amor a primera vista?, pensé.

Cada día la interceptaba por su camino e intentaba entablar una conversación. Aunque fuese borde y despiadada, cada vez hablábamos más tiempo, y eso ya era un comienzo.

- ¿Por qué te caigo tan mal? No puede ser por la primera vez que te hablé, tampoco fui tan grosero. - Le dije uno de esos días.
- La primera vez que me hablaste fue hace muchísimos años, y me pusiste en ridículo durante todo ese curso. Me cambiaron de colegio al año siguiente porque me hiciste la vida imposible durante todo ese año y yo no quise volver. 
En ese instante mi corazón dejó de latir y recordé a esa chica que contestaba siempre en clase. Esa chica a la que sin ningún motivo amargué la infancia. 
Volví en mi y le pedí disculpas, le dije que solo era un niño que después de tantos años no podía guardarme rencor. Y llorando, se fue.

No volví a verla en dos semanas. 

Cuando por fin volvió a su rutina, intenté alcanzarla, pero iba muy deprisa. La seguí. Me di cuenta de que no iba mirando por donde andaba. Corrí todo cuanto pude hacia ella cuando vi que se saltaba el semáforo y un camión pasaba muy rápido. 


- Bueno, ¿y qué pasó?. - Preguntó el anciano, delante de la gran puerta.
- Estoy aquí ¿no?.
- ¿Y ella?
- Ella no, así que al empujarla debí de salvarla.
- MmMmm, ¿te gustaría volver? - preguntó el anciano pensativo.
- No, sentí mucho dolor. No dolor físico, era un malestar muy extraño. Creía que conseguiría que sintiera por mí lo que yo llegué a sentir por ella, cada día... más. Mírame, aquí hablando de sentimientos, el tipo duro...


- Está volviendo, hay que estabilizarlo.

El joven despertó a los pocos días en el hospital. A su lado se encontraba la chica por la que había sufrido tal accidente. Estaba llorando de emoción al ver que al fin había despertado su salvador, y le dio un apasionado beso en los labios.

- Esta juventud..., ya volveremos a vernos cuando llegue tu hora muchacho. - Dijo el anciano para si mismo.



jueves, 26 de julio de 2012

Frunkismilten: El caldero y el vino.

Frunkismilten es un pequeño ser verde, con el pelo largo pero de punta, de donde le crece un trébol de cuatro hojas,  y una barba espesa. Es pelirrojo y tiene los ojos amarillos. Sus orejas son grandes, alargadas y puntiagudas. Es muy pequeño, pero robusto. Siempre lleva un caldero y una gran botella de vino.



Frunkismilten, Frunkis para los más allegados, estaba descansando en uno de sus viajes. Mientras dormía lo capturaron y cuando despertó estaba en un acantilado, colgado por los pies hacia abajo.

- ¿Dónde está mi caldero? y mi vino!!! - dijo con ira.

Se concentró y con todas sus fuerzas rompió sus ataduras y se agarro al palo donde estaba atado. Trepó y llego al borde del acantilado. Al subir inspeccionó la zona, pero ya no había nadie. Maldijo a voz en grito.
Cuando se calmó, comenzó a rastrear. Estaba decidido a recuperar su caldero, y su vino.

Siguió el rastro durante 2 días y medio hasta que se topó con una gran casa. Parecía la casa de gente rica. Pero eso no le echó para atrás, Frunkis entró con decisión formando todo el escándalo que podía.

- Sucias y asquerosas sabandijas, ¿dónde está mi caldero? Os sacudiré la cara a puñetazos. SALID DE AHÍ - gritó Frunkismilten con ganas de pelea.

Se encontraba en el gran salón de la casa. Era enorme y cuadrado. En cada esquina había una entrada que daba cada una a un pasillo, como si la casa estuviese dividida en 4 partes.
De cada entrada, salió un hombre. Estos hombres eran enormes, tanto de altura como de anchura. Tres de ellos eran anchos de fuerte, pero el otro era de gordo.

- Así que el enano verde ha venido a recuperar su caldero, eh. - dijo uno de esos hombres.
- Y mi vino!! - rugió Frunkismilten.
- TE VOY A COMER!! - dijo el hombre obeso.
- Eh!, trofollo, que yo no soy un pollo de corral - le dijo Frunkismilten al hombre obeso.

Sin más espera, Frunkis comenzó a correr hacia uno de esos hombres, y de pronto desapareció y apareció de nuevo pero detrás del hombre gordo. Le propinó una patada en el culo, lo hizo rodar de un lado del salón al otro.

- Es como una peonza!!! - se burló Frunkismilten.

Los hombres restantes se acercaban corriendo a Frunkis, pero esté no movió ni un pelo. Metió la mano derecha en el bolsillo de su pantalón y comenzó a sacar algo. Era un garrote. Los 3 hombres pusieron cara de sorpresa, pero no por ello pararon.
Frunkis los esperó hasta que llegaron a estar lo suficiente cerca como para arrearle un porrazo con el garrote. Le dio a uno en sus partes nobles. Esquivó el puñetazo de uno de ellos, pero no pudo evitar la patada en las costillas que le arreó el tercero. Salió despedido a unos metros. Se recuperó rápido y se puso en guardia. Corrió hacia los dos hombres que quedaban en pie y desapareció de nuevo. Apareció justo encima de uno de ellos y le estampó el garrote en la cabeza.
Con cara de pánico, el último de los ladrones se quedó mirando a Frunkismilten.

- Era cierto, era cierto, decían en el gremio de ladrones que no se le podía robar a los duendes.... Ahí está tu caldero, ahí en ese pasillo, la última puerta a la izquierda. -dijo el ladrón acojonado.

Frunkismilten anduvo hasta llegar a la habitación, le dio una patada a la puerta y la derribó. Allí estaba su caldero, además de un montón de oro. Llenó el caldero con todo el oro que cabía y salió de la habitación.
Inspeccionó la casa hasta que se topó con un gran botellero. Cogió todas las botellas de vino, una a una y las fue metiendo en su bolsillo. No hace falta que se diga, lo mágico que eran esos pantalones.

Contento pero con su seria expresión, Frunkismilten se dirigió al salón, donde se encontraba el ladrón intentando reanimar a sus compañeros desmayados. Frunkis cogió un jarrón que había en una mesita del salón y se lo tiró a la cabeza al ladrón, y se fue.